2014/12/05

EL AULA DEL NARRADOR - EL NARRADOR Y EL RASTRO DE LAS EMOCIONES




EL NARRADOR Y EL RASTRO DE LAS EMOCIONES




  Por Nestor Belda



Al escribir una historia, el autor no debe perder de vista las emociones. Las palabras, a pesar de ser un material tan cotidiano, están hechas de una sustancia poderosa, capaz de movilizar masas, de hacernos felices o desdichados, y que el escritor, en la fragilidad de su oficio, debe comprender y explorar. John Gardner, en El arte de la ficción, nos dejó una verdad que no admite duda ni disputa: «El asunto primordial de la ficción ha sido, es y será siempre la emoción humana, las creencias y los valores de los seres humanos.» Quizás uno de los mejores consejos que se le pueda ofrecer a un escritor en ciernes es que nunca pierda el rastro emocional de la historia. Esto no es, de ningún modo, recurrir a los tópicos sociales que, se supone, deberían tocar nuestras fibras más 
íntimas. Esos son golpes bajos al que cualquiera podría recurrir para ganarse cuatro palmadas en la espalda. Ni tampoco se trata de provocar compasión con compasión, emoción con emoción (Flannery O’Connor). Por el contrario, seguir el rastro emocional es comprender que así como el ser humano se mueve a impulsos emocionales (miedo, alegría, placer, repugnancia, enfado, tristeza), nuestros personajes también; y que el lector se mantendrá en la lectura mientras sienta esas emociones en sus propias entrañas. Emociones de tinta y papel, es verdad, pero verdaderas. Ese es el arte de la escritura.



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