Y AL FINAL... UN POEMA
Como cada día después de comer, Borja sale a la terraza y se sienta en su vieja silla de mimbre. Allí suele dar rienda suelta a la imaginación. Le gusta pensar en lo bonito que va a ser el viaje a Roma que tiene pensado hacer junto a Ana, su amada esposa. Después de cuarenta años seguidos trabajando en la editorial que fundó su padre, ya tiene ganas de disfrutar la vida. Sonríe pensando en las veces que le ha dado la tabarra a su pobre Ana, que si hay que ir a Roma a ver la Fontana di Trevi y el Coliseo, que si cuando vayan hay que alquilar una Vespa, como en “Vacaciones en Roma”. Recuerda lo bien que lo han pasado estos últimos días con Bianca, su preciosa nieta. Desde que su madre Lucía se fue a vivir a Alemania por el trabajo de su marido Carlos, apenas la ve. Se acuerda de las risas de la niña cuando se llenó la cara de algodón de azúcar en aquel puesto de la feria. Le hizo prometer que en la próxima visita la tendría que llevar al Zoo, a ella le encantan los animales.
Borja coje un libro de poemas de Raymond Carver, ya le queda poco para terminarlo. Está algo intranquilo, su mujer ha acompañado a su hija y su nieta en el viaje de regreso a Düsseldorf. Ya lo tiene todo preparado para, a su regreso, partir enseguida hacia Roma. Suena el teléfono y segundos después las lágrimas de Borja humedecen un poema que termina así:
“... y espero, incluso cara a lo que se de la muerte,
que recibirás el mensaje que pretendo enviarte.
Pero esta bien aunque no lo recibas. Que duermas bien.
Descansa. Antes o después espero que nos veamos.
Y entonces podré decirte estas cosas directamente.
Jiménez
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